El hombre moderno tiene miedo a la libertad,
porque el verdadero significado de esta palabra se le escapa, porque nunca vivió su “estado pleno” y cuando tuvo un pequeño atisbo de lo que podría llegar a ser, huyo despavorido.
Tiene miedo a la soledad,
porque se perdió de si mismo y a si mismo, desconectado, ya no se (re)conoce más.
Aun en la más inmensa de las multitudes, quedo aislado.
Tiene miedo al tiempo,
porque hizo de el su peor enemigo, contando cada segundo, poniéndolo al mismo nivel que el dinero en la balanza de la vida. Cometiendo la osadía de pretender apropiarse de los ciclos vitales a su antojo y capricho, creyendo engañar a la Naturaleza.
Olvidando que la Naturaleza, se encuentra en lo más profundo de su corazón, cometiéndose así, el peor acto de auto-traición.
El hombre dicho moderno, tiene miedo a sentir,
porque vivió siempre anestesiado, sobrepasado y saturado por miles de estímulos superfluos, torbellinos de emociones que lo alejan de su centro, equilibrio existencial.
Pero surge entonces una pregunta, ¿es malo el miedo?
Yo apuesto porque no, ya que hace parte de todos nosotros, en tanto que seres humanos. Solo que este, debe impulsarnos a cuestionar, a plantearnos otras formas, a deshacer para después rehacer de mil y una maneras diferentes. Para volver a la diversidad real, donde todas las formas son posibles y coexisten.
Debemos traspasar la barrera para encontrar todas las realizaciones posibles del ser humano y es ahí donde radica la mayor dificultad, en vencer la paralización que este provoca.
La mera conciencia de su existencia, admitiendo que nos integra, nos ayudara a continuar desaprendiendo para reaprender nuevos mundos.
( P. Villanueva Casto)